Edad Cero.
Científicos, pedagogos y lingüistas, al hablar de educación, traen a colación un viejo diálogo en el que una joven madre le pregunta a un viejo sabio: ¿A qué edad debo empezar a educar a mi hijo? El sabio le responde con otra pregunta: ¿Qué edad tiene tu hijo? Un año, dice la mujer, ante lo cual el anciano le responde: Pues llevas un año perdido.
En nuestra civilización, el saber y su integridad son factores cruciales, por lo que podríamos decir, como repetía una y otra vez Jacob Bronowski, que nuestro destino es el conocimiento. El célebre matemático polaco se hizo famoso por sus estudios acerca del desarrollo intelectual del ser humano (sus ganancias, sus pérdidas, sus dolores y sus aciertos), que lo convirtieron en uno de los principales divulgadores de la ciencia.
Pero, ¿cómo hacer realidad esto en América Latina, territorio que muestra resultados de un precario sistema educativo, cuyas cifras hace diez años señalaban que el 52% de los alumnos repetía su primer año de enseñanza primaria, cuando supuestamente deberá saber leer y escribir su lengua materna? ¿Qué hacer para solucionar esta grave situación?
Ante todo, es necesario encarar la situación para establecer cuáles son los factores que causan estos indicadores. Estos son:
- Número exagerado de estudiantes por profesor.
- Ausencia de programas de nivelación de estudiantes con problemas de aprendizaje.
- No existe interacción entre el adulto y el niño (el rol familiar en la estimulación temprana es decisivo para incentivar la inteligencia del futuro joven).
- Escaso tiempo de trabajo en el calendario escolar (apenas 150 días al año).
- Comienzo tardío del aprendizaje de la lectoescritura, sin materiales que lo apoyen los 365 días al año.
Por tanto, es necesario tener una mente abierta al cambio y revaluar los métodos establecidos hace casi tres siglos para ponerlos a la par con las nuevas estrategias que brindan la televisión satelital e Internet.
Cuando hablamos de educación temprana, nos referimos a un conjunto de estímulos, cuidados y atenciones que podemos ofrecer a nuestros bebés durante su primera infancia para que desarrolle de una manera estupenda y precisa todo su potencial. Por eso hay que darle la debida importancia a la plasticidad cerebral que se presenta en los primeros años de vida, cuando el establecimiento y las modificaciones de las asociaciones entre neuronas es mayor. Aunque el ser humano nunca deja de aprender, después de la adolescencia el diagrama de las conexiones neuronales se estabiliza, de modo que cualquier aprendizaje posterior se realiza sobre bases que en buena medida ya se encuentran establecidas.
Ante esta situación, debemos acudir a la educación precoz, que en el marco científico se inscribe como una tendencia que permite a los niños acceder, desde temprana edad, al manejo adecuado de la lectoescritura como un aprendizaje instrumental básico y esencial que le facilitará todos sus aprendizajes futuros.
Método Bebé Políglota tiene en cuenta dicha plasticidad neuronal y estimula a los niños de manera correcta desde sus primeros años de vida, que es cuando los niños tienen la capacidad de absorber toda la información que necesite.
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